Cuando hablamos de método no siempre hablamos de estética, hablamos de rendimiento, de éxito. He visto triunfar a entrenadores jugando al espacio de la misma forma que he visto conseguir el éxito a aquellos que han optado por la conservación del balón como medio para derrotar al rival. He disfrutado con equipos que inician la fase defensiva corriendo hacia delante tanto como con algunos que practican un repliegue en zona media para robar en zonas determinadas y atacar con espacio. Me he empapado de algunos técnicos que han hecho de la estrategia su lugar preferido y un arma letal en su catálogo competitivo. De la misma forma que he encontrado cierto atractivo en aquellos técnicos que desde el desorden han encontrado la forma de hacer daño al rival. Por ello, me sorprende que con facilidad se cuestionen modelos de juego.
No hablamos de gusto, hablamos de utilidad. Cuando la defensa zonal les parecía a todos la panacea va y llega un “loco” muy cuerdo y planta una defensa al hombre en determinadas zonas del terreno de juego. Y resulta que todos la valoran de forma considerable. Pienso que somos mejores si toleramos el riesgo de abandonar esa zona de confort que en ocasiones limita mucho más que suma. Es sencillo caer en el error de acudir a ese lugar común donde entiendo que tengo una potencialidad. Considero que es precisamente al revés, debemos de acudir con mayor énfasis a potenciar aquello donde resulto más vulnerable sin abandonar nunca ese escenario de formación continua en el que nos movemos durante el ejercicio de la profesión.
Como decía Charles Darwin, “la especie más fuerte es la que sobrevive mejor al cambio”. Siempre admiré a aquel que fue capaz de evolucionar y con ello, a sus equipos, clubes y futbolistas. Cuando me toca debatir en este aspecto siempre pongo el ejemplo de nuestro añorado Luis Aragonés, que pasó del recordado “El sistema es innegociable” en su juego de contraataque y aprovechamiento del espacio, a juntar a un conjunto de jugadores de talento y basar todo el modelo en la conservación del balón. El líder debe ser flexible y justo en las decisiones tanto con sus jugadores como con la institución que apuesta por uno.
Me identifico con el trabajo y la amplitud mental como política de comportamiento hacia los proyectos que se me encomiendan. Siempre me he preocupado por la capacidad de aquellos que forman mi equipo de trabajo. En el fondo, su grado de especialización marcará no solo el nivel de autoexigencia sino el grado de mejora que uno pueda esperar del propio proyecto. Es imposible ser un año mejor al final de una temporada si el nivel de los que componen el equipo no es suficiente. Siempre he pensado que dicha especialización pone al límite la capacidad de aprendizaje del propio director del grupo. Renovarse o morir.
Me gusta dirigir desde la escucha continua. La inteligencia emocional es un campo que me genera intriga y curiosidad. Considero que manejando este aspecto ya habremos triunfado en el grupo. Un entrenador de fútbol que maneja y controla sus emociones, así como las de los demás, se puede considerar como una persona realizada y seguramente goce del respeto del grupo. Como siempre he defendido que la influencia decisiva del entrenador en la competición (90 minutos) es bastante inferior a la que puede tener en la semana de trabajo, elijo que nunca se pierda una sesión. Siempre les digo a los futbolistas que “Nunca se recupera un entrenamiento perdido” (Bozidar Maljkovic).
De los famosos poderes del líder yo elijo la pasión y la credibilidad por encima del poder del éxito. Como dijo alguien muy acreditado: “los futbolistas solo respetan al que gana”. Por tanto, debemos elegir herramientas para llegar al éxito desde el método y dibujando el camino. No se trata de creer o no en el entrenador multidisciplinar. Sencillamente, se ha convertido en una obligación. Debemos de manejar muchos aspectos de una forma notable y aquellos que presenten mayor debilidad, tratar de potenciarlos. Y por supuesto, elegir a especialistas que cubran dicha carencia o necesidad.
Por tanto, si debo de elegir una cualidad, una característica que pueda justificar cuanto hago, sería la pasión por mi profesión. La razón principal de la conducción de todo líder que conduce talento humano se caracteriza por lograr una serie de objetivos con diversas prioridades. Cumplir con el objetivo de quién nos contrata, capacitar y desarrollar a personas y contribuir a la formación de jóvenes valores si tenemos la bendición de trabajar en nuestro desarrollo en el fútbol formativo. Todos esos objetivos están relacionados con el esfuerzo, la convicción y sobre todo, la pasión con la que nos mostramos ante todos los que dependen de nosotros.
Así lo siento, desde el privilegio.